Tras muchos ascensos al Cerro más alto de
Córdoba, se nos ocurrió subir por el Camino de los Linderos, pero a diferencia
de las excursiones que se hacen normalmente saliendo a las 9 de la mañana para
regresar alrededor de las 18 Hs. En esta oportunidad salimos a las 16 desde
Villa General Belgrano para hacer cumbre
en el Champaqui con las últimas luces del día y hacer el regreso en medio de la
noche. Obviamente contábamos con la suficiente experiencia y equipamiento para
lanzarnos a esta aventura, no aconsejable para novatos. El ascenso en la 4x4 lo
realizamos sin inconvenientes, disfrutando de las maravillosas vistas de las
quebradas del Tabaquillo y el Durazno. La última casa que se encuentra es en el
Puesto de 3 Árboles ubicado a 2.340 m.s.n.m., donde hicimos una parada técnica
para estirar las piernas y comprarle a Nacha unos ricos panes caseros para la
picada de la cena. El camino sigue en ascenso hasta Bifurcación, ya a 2.700
metros. En este punto dejamos la línea de alta tensión de 500 Kv que subía en
paralelo al camino para dirigirnos hacia el norte por el filo de la montaña. A
poco de andar nos sorprendemos con las primeras vistas del Valle de
Traslasierras, con sus encantadores pueblitos aquí y allá, los cultivos de
olivares perfectamente distinguibles y los grandes círculos con riego por
aspersión que simulan gráficos de torta gigantes debido a la diferencia de
colores de los cultivos que los componen. El camino es áspero y se encuentra en
regular estado, las lluvias estivales deterioraron significativamente los
últimos arreglos y los autos son los que más sufren las consecuencias. Pero no
es nuestro caso, la Defender trepa sin inconvenientes y nos proporciona toda la
seguridad. Unas antenas nos señalan el fin del camino, cuyo último tramo está
empedrado para facilitar el acceso. Preparamos nuestras mochilas e iniciamos
nuestra caminata hacia el Champaqui. Las vistas son formidables, el Valle de
Calamuchita se ve en toda su dimensión con sus grandes lagos fácilmente
distinguibles a la distancia. Las aves serranas están alborotadas buscando su
último alimento del día. Una Loyca emite su canto de alarma ante los intrusos.
El camino denota un tránsito asiduo de excursionistas aunque no hay cartelería
que indique el rumbo. Hacemos un desvío de la senda principal para visitar el
balcón, un lugar mágico e imponente que deja sin palabras al excursionista. Una
empinada cuesta baja hacia el Valle de Traslasierras y logramos distinguir
hasta el lago La Viña hacia el norte y al fondo en dirección oeste las sierras
puntanas. Continuamos la marcha y en pocos minutos estamos al pie del
Champaqui, el último tramo se hace un poco más difícil y debemos ayudarnos unos
a otros para sortear los últimos obstáculos. Los últimos metros siempre son
emocionantes, la sensación de hacer cumbre y de saberse en lo más alto de
Córdoba provoca un cosquilleo en el corazón. Todos los recuerdos que fueron
traídos con mucho esfuerzo por otros excursionistas coronan la cumbre, desde el
busto de san Martín traído por los cadetes de la Fuerza Aérea en 1950, pasando
por el busto de un comechingón, pequeñas grutitas, placas recordatorias, cruces
y pequeños altares hasta el “banquito” del IGM que marca el punto más alto del
Cerro. No podemos dejar de sacar fotos aquí y allá. Nos sentamos a descansar y
reponer energías. Estamos solos, ya es tarde y hace varias horas que los
últimos excursionistas regresaron. Tal vez debido a la paz reinante y lo pasado
de la hora es que tuvimos una hermosa sorpresa. Desde una de las tantas cuevitas
que pueden verse en el cerro, se asomó tímidamente un tucu tuco, un simpático
roedor, similar a un cuis pero con 2 enormes dientes con los cuales cava
cientos de metros de túneles en donde se oculta gran parte del día, sólo
abandonándolos por cortos períodos para alimentarse de las pasturas de los
alrededores. Mientras tanto el sol va despidiéndose y nos deleita con un
atardecer soñado. Sobran las palabras, el paisaje nos deslumbra y nos traslada
en sueños a lo más íntimo de nuestros corazones. Las estrellas van apareciendo
y luego de un buen rato la oscuridad es total. Miles de pequeñas luces titilan
sobre nuestras cabezas. No tardamos en distinguir la Vía láctea, Las
Constelaciones de Orión y Escorpio, la Cruz del Sur y la Gran Nube de
Magallanes, la galaxia más cercana a la nuestra. Pero todo tiene un final y
debemos emprender el regreso. Preparamos nuestras linternas y con mucho cuidado
descendemos el primer tramo hasta alcanzar el sendero que nos llevará de
regreso a la camioneta. La caminata es distendida y el aire fresco de la noche
nos mantiene bien despiertos. Felices de haber realizado con éxito esta
experiencia que repetiremos durante todo el verano al menos una vez a la
semana.
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