Hacía mucho tiempo
que esperaba concretar esta aventura, subir a lo más alto de Córdoba, pero no
caminando como lo hice tantas veces, sino a caballo. Se acercaba fin de año y
recibo la consulta de Cristian desde Buenos Aires quien junto a sus hijos
deseaba realizar el ascenso al Champaqui a caballo como para despejar la mente
después de un largo año laboral. En pocas horas teníamos resuelta toda la
logística de la excursión. El 29 de diciembre nos recibió con un día
espectacular para dar comienzo a la aventura. De camino a Villa Alpina, un poco
antes de llegar, alcanzamos un grupo de jinetes, cada uno con un caballo de
recambio, las alforjas llenas y hasta una guitarra, por lo cual dedujimos que
tenían nuestro mismo destino. Al llegar nos esperaba Marcelo, un simpático y
joven baqueano oriundo de Traslasierras pero que hace algunos años se vino a
trabajar al Champaqui. Además de nuestros cinco caballos había traído 2 mulas
para las cargas. En este punto, las diferencias entre la ansiedad y apuro de
mis clientes recién llegados de la gran ciudad y la parsimonia y tranquilidad
de Marcelo eran muy notorias. Algo normal, cuando el que llega de la ciudad,
cargado con el ritmo desenfrenado de la vida cotidiana arriba a estos parajes
donde hasta los pájaros se toman su tiempo para cantar una dulce melodía.
Casi con todo listo
para la partida, de repente el grupo de jinetes llega a nuestro encuentro. Se
trata de muchachos de Alta Gracia, todos amantes del campo y de los caballos que
están iniciando una travesía de diez días por las serranías cordobesas, pero su
primer parada es la misma que la nuestra por lo cual el grupo pronto se
duplicó. Con los caballos y jinetes inquietos iniciamos la cabalgata. El
sendero es estrecho y pronto formamos una larga fila india que se interna en la
espesura de un pinar que presenta las secuelas del último tornado con cientos
de árboles caídos por doquier. Pero la sombra no dura mucho y unos minutos más
tarde la senda se abre camino por los pastizales típicos de estas alturas.
Dejamos de lado el Puesto Ojo de Agua mientras que nuestras cabalgaduras
sortean los obstáculos del camino con sorprendente destreza.
Los caballos serranos, generalmente de porte más pequeño tienen que adaptarse a las características del terreno. Hasta los mejores animales del llano pueden hacer aguas en este terreno. Pronto comprobé que mis clientes no tenían ningún problema en afrontar la rudeza del terreno, por lo cual la excursión no debería tener inconvenientes en este sentido. A mitad de camino, luego de cruzar
El descenso lo
hicimos por la senda del sur, que baja en cercanías del Cerro Los Linderos. Un
tramo muy empinado que nos obligaba a estar bien calzados en nuestros estribos
y el cuerpo echado para atrás, no apto para personas que sufran vértigo. Es
increíble lo que pueden hacer estos caballitos serranos! De vuelta en el
puesto, esta noche nos espera un cordero asado y otra guitarreada con
chacareras, gatos y zambas para cerrar una excelente jornada. El 31 emprendemos
el regreso a Villa Alpina, haciendo un alto para comer unas ricas empanadas
criollas de Doña Juana y llegar a tiempo para los festejos de fin de año
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