viernes, 4 de abril de 2014

Cerro Corona y Garganta del Diablo


Córdoba no tiene los cerros gigantes de la Cordillera de Los Andes o de las Sierras del Aconquija que con sus cuatro, cinco o seis mil metros de altura impactan por sus dimensiones. Pero sí encontramos pequeños cerros que igualmente ameritan respeto y provocan sensaciones únicas a quienes se atreven a escalarlos. Este es el caso del Cerro Corona, ubicado al sudoeste de La Cumbrecita. Su cumbre tallada en roca granítica semeja una gran corona distinguible desde lejos. Este fue uno de los cerros que siempre quise subir desde que lo conocí, tal vez por su singular silueta, por estar cerca y a la vez no tanto o simplemente por la magia que tiene cualquier montaña. Lo he subido en varias ocasiones, en distintas épocas del año y siempre da gusto volver.  Me remontaré al ascenso que realicé junto a mi sobrino y compañero de aventuras con motivo de relevar el circuito y descubrir algún otro rincón de la zona. Partimos tempranito desde La Cumbrecita, tomando rumbo hacia el encantador paraje de Casas Viejas, río arriba y a algo más de una hora de caminata. Pasado mediados de enero, el calor se hacía sentir. Las verdes praderas del vallecito parecen pintadas y son habitadas por bandurrias, teros, chimangos, carpinteros campestres y otras aves.
Pasando el antiguo puesto debimos sortear el río saltando entre las enormes piedras que se encuentran en su lecho. Dejamos de lado unos viejos corrales de piedra hoy habitados por algunas vizcachas celosamente cuidadas por los hermanos Merlo. Desde aquí la senda comienza a ganar altura bordeando el Río del Medio que baja en medio de cascadas y frescas hoyas. Luego el camino toma rumbo contrario zigzagueando entre las piedras. La vista cada vez se hace más linda, el puesto quedó chiquito en el bajo, mientras una vistosa culebra rayada se cruzó en nuestro camino. Luego de una hora de intensa subida llegamos al pie del cerro el cual debemos rodear primero por un estrecho cañón y después llegar hasta un tabaquillo de singular belleza y tamaño. Aquí el sendero continúa hacia el oeste para adentrarse en las últimas estribaciones de la Pampa de Achala. Debemos entonces buscar la forma de subir el último tramo ya sin sendero alguno y con paredes verticales que cortan el paso, pero con paciencia logramos abrir un camino seguro hasta la cima. Que linda sensación la de hacer cumbre nuevamente. El aire pura se inyecta en nuestros pulmones y los ojos capturan cada detalle del inmenso paisaje. Luego de las fotos compartimos el almuerzo en silencio sintiéndonos parte de la creación. Con uno de los objetivos cumplidos debemos continuar, esta vez buscando lo desconocido. Algunos datos aportados por nuestro amigo Omar, baqueano de la zona, nos entusiasmaron para buscar la Garganta del Diablo, el solo nombre ya despertó nuestra curiosidad. Tomamos rumbo norte a campo traviesa, cruzando pequeñas quebradas y arroyos. En esta época son comunes a esta altura las matas de unas delicadas flores amarillas conocidas como zapatitos de la virgen, debido a la forma de las mismas. El aroma de las hierbas silvestres impregna nuestra piel y el sonido del agua nos advierte sobre la cercanía del río. Con los pastos a la altura de los hombros y tras sortear algunas vegas y otros pequeños obstáculos llegamos al Río del Medio. Las playas de arena y grandes hoyas nos invitan a refrescarnos. Pero no tenemos mucho tiempo por lo cual decidimos remontar río arriba en busca de nuestro objetivo. No es fácil avanzar, debemos hacer un rodeo importante con subidas empinadas y algunos pasos difíciles. La intuición nos dice que debemos estar cerca. La emoción por descubrir nuevos lugares mantiene nuestros cuerpos activos, sin percatarnos del esfuerzo realizado. Llegamos a unas cascadas  muy bonitas y luego a una zona donde el rio se encajona. Es tarde   y hay nubes amenazantes que asoman desde el bajo por lo cual emprendemos el regreso un poco desilusionados por no encontrar nuestro objetivo. Pero a poco de andar nos introducimos en una zona del río que habíamos evitado a la ida al realizar un rodeo y para nuestra sorpresa nos encontramos con una especie de pequeño cañón donde un escondido salto de agua brinda un panorama espectacular, no quedan dudas de que se trata de la Garganta del Diablo. Ahora sí, felices por el hallazgo buscamos la salida para regresar a La Cumbrecita. Tenemos dos opciones, o encontrar la senda hacia Casas Viejas o buscar un camino por la zona alta, nos arriesgamos y elegimos la segunda alternativa, que aunque fue mucho más larga nos permitió pasar por otros lugares como el puesto El Duraznito de Juvencio Andrada, donde años atrás comí un rico asado de cordero, los altos del Vallecito del Abedul, El Indio y el cementerio Alemán al entrar a Cumbrecita. Llegamos justo a tiempo para compartir una bebida helada y unas ricas facturas antes de tomar el último Pájaro Blanco para la villa.












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